martes, 30 de enero de 2007

Soñando hasta el cansancio

Según me han comentado, el dormir consta de tres etapas. La primera es cuando cerramos los ojos y nos alejamos del mundo externo internándonos en nuestro propio mundo. La segunda está formada por los sueños, es el despertar del subconsciente. Y la tercera etapa es cuando por fin logramos dormir, olvidamos los sueños y es cuando descansamos. Por alguna extraña razón (estrés, depresión, no lo sé) me he quedado estancada en la segunda etapa desde hace más de un mes. Y he decidido compartir los episodios que día tras día se presentan ante mí apenas abro los ojos.
***
En realidad no sé en qué pueblo me encuentro. Una avenida principal, y todas las calles que van dar a ésta, son calles muy empinadas. En algunas esquina vemos, Roberto y yo, mujeres sentadas sobre alfombras de flores, que a simple vista parecen desperdicios; sólo acercándonos podemos apreciar las flores de cempasuchi, sobre las cuales se sientan estas señoras de cabello trenzado. Hay ocasiones en las que, de hecho, estas señoras de cabello negro y trenzado si se encuentran sentadas sobre montones de basura. En estos casos sólo una flor por aquí y otra por allá pueden verse. Flores esparcidas escasamente sobre un campo de basura.
Nos dirigimos a un museo, ese es el principal propósito que nos sacó del cuarto de hotel que compartíamos con otras personas. Tomamos un autobus, al parecer Roberto lo rentó sólo para nosotros dos. Se estaciona el pesado vehículo a una cuadra del "museo". El museo resulta ser una casa de ladrillos. Hay que subir unas escaleras a las que en algunas partes les faltan escalones. Entramos a un cuarto en el que hay apróximadamente cinco filas de sillas con cinco sillas cada una. Me siento, parece que proyectarán una película. Pero es un documental que parece aburrido. La gente comienza a salirse. Miro hacía atrás, sigo cada uno de los moviemientos de Roberto, que se sentó a dos filas de mí. Toma su mochila y se marcha. Intento salir detrás de él.
-¿Por qué se salen?
Los que no efectuamos la huida a tiempo nos vemos obligados a permancer en la sala. En el televisor se sintoniza un juego de video: Soulcalibur. Empiezo a jugar. Debo escapar de un calabozo. debo subir unas escaleras de caracol lo más rápido posible. El nivel del agua sube, rejas que se encuentran a lo largo de las escaleras se cierran. Una se cierra justo en mis narices. Imposible cruzar. No quiero ahogarme. Apago el televisor. Salgo apurada del cuarto. Busco a Roberto. Busco a Tere. Busco a Carlos. Hay mucha gente regada por todas partes. Sabrá Dios de dónde salió toda esta gente. Ni Roberto, ni Tere, ni Carlos.
Veo pasar a Tere, después de haber recorrido el lugar varias veces; una sala de estar, un garage, un jardín. Corro hacía donde la ví. Toco su hombre y sin más le pregunto: ¿En dónde está? Resulta que no era Tere.
Sigo mi camino. Encuentro a Roberto; hablamos, discutimos. Salgo de ahí llorando. Quiero regresar al hotel. Camino por las calles empinadas. Busco el camión en el que juntos habíamos llegado. Descubro qu él les abre amablemente la puerta a los nuevos amigos que hizo en la casa-museo. Corro, estoy extraviada en las calles de este pueblo que ni siquiera conozco, que ni siquiera sé en dónde queda.

2 comentarios:

rc dijo...

¿Y no te dijo nada tu ombligo cretino?

Lidia dijo...

Cuando tú no estás me tapo los odios para no escucharlo. No sé si pueda yo sola con el peso de su hostilidad.