jueves, 4 de diciembre de 2008

Quizá es cierto aquello que dicen, que no hay que buscarlo, que él llega solito. Yo espero paciente, casi sin esperarlo, ocupándome de mis cosas, ocupándome de mí, de lo que siento, de lo que veo, de lo que oigo, de las sensaciones que me invaden. Me ocupo viendo soles dorados que se cuelan por entre las ramas oscuras y húmedas de los árboles: Me ocupo viendo estas ramas desnudas que rasgan el cielo, que a veces azúl, que a veces gris. Me ocupo en sentir ese aire fresco, frío que da en la cara, regalando un soplo de vida. Me ocupo sintiendo la húmedad del ambiente, la húmedad de ese cielo que a veces cuelga bajo como queriendo rozar mis pisadas. Me ocupo escuchando mis recuerdos, mis pensamientos, las voces de mis seres queridos. Me ocupo escuchando el leve sonido de las olas. Me ocupa la sensación de dimunutos cristales llevados por el viento, golpeando mi rostro, abriendo poros nuevos sobre mi piel. Me ocupa la sensación del latir de mi corazón.
Me ocupa la sensación del latir de mi corazón.
Me ocupa la sensación del latir de mi corazón.
Me ocupa la sensación del latir de mi corazón.
Me ocupa la sensación del latir de mi corazón.