viernes, 2 de febrero de 2007

El geiser de ketchup cumpliría durante este mes su primer año de vida. Desafortunadamente dejó la blogósfera antes de haber cumplido su primer año. Reventó cual barrito.
El tiempo de silencio que quieran dedicarle.
A continuación ecribo uno de los relatos que más me gustó:



el Minotauro I
"Volvía a casa. Los rodeos del laberinto
no mostraban desilusión sino dimensiones
inexploradas. Los arqueólogos del alma
jamás regresaban con las manos vacías."
-Anaïs Nin-
He bajado las escaleras y me encuentro ahora en el laberinto subterráneo en donde habita el monstruo. No llevo daga alguna pues no pretendo matarlo y no llevo un listón de oro pues no espero salir de aquí.Estoy resuelta a perderme entre los pasillos interminables que se encuentran frente a mí. El monstruo me espera.
Las paredes están húmedas, camino pegada a ellas y puedo sentir el moho. Mis ojos se ajustan a esta imprenetrable obscuridad. Hay charcos de agua, algunos lo suficientemente profundos como para que mis pies se hundan. Mis mies están mojados y fríos. Sigo mi camino. Me tropiezo con... no me atrevo a ver con qué y me caigo. Un líquido espeso ha manchado mi ropa., mis manos, mi cara. Hace cada vez más frío. Escucho un sollozo, escucho una voz que se parece a la mía pero no soy yo la que está llorando. La voz se oye cada vez más cerca y yo descuido el sielncio de mis pisadas. Acelero mi paso, corro y se escucha el agua que se encuentra en el suelo. Me precipito hacía el centro de la la locura, de la soledad, del desconsuelo.
Me detengo repentinamente, he visto al monstruo delante de mí. Está enroscado en una esquina. Siente mi presencia, siente al intruso; deja de sollozar y se incorpora. Se acerca a mí sin vacilar. Parece que veo mi reflejo en un espejo. Pero está desnudo. Su rostro es pálido, sus ojos son iguales a los míos, rasgados, claros, apesumbrados, con mi propia historia escrita en sus pupilas. Desde mi nacimiento hasta mi muerte. Mi infancia y los juegos, la felicidad infantil que sólo entonces se disfruta. Luego el crecimiento, la ruptura con el paraíso y el lento descenso hacía el abismo. La falta de luz, de aire, de compañía. La preparatoria. Los amigos, los que se fueron y no volverán, los que llegaron y que algún día se irán. Todo lo que soy en un espacio que parece exiguo.
Veo en su cuerpo las marcas de una paliza que le fue propinada y aun los insultos que le fueron imprecados. Veo las cicatrices en sus brazos y en sus muslos, las mismas cicatrices que se ocultan debajo de la ropa que estoy usando. Veo su piel pálida y marchita. Vuelvo a sus ojos y unas lágrimas se escapan. Espera un respuesta que yo no le puedo dar. Más lágrimas salen y caen al piso.
Me acerco al monstruo -¿debería aún llamarlo así?- y tomo sus manos; están frías, casi heladas. Ella está inmóvil, viendo mis ojos, viendo en ellos su historia. Desde su nacimiento hasta su muerte. Su infancia y los juegos, la felicidad infantil que sólo entonces se disfrtua. El crecimiento, la ruptura con el paraíso. El descenso. Su confinamiento en esta tumba de mis pasillos, de mil recovecos. La carne que ha devorado siempre insaciable y las lágrimas que han calmado su sed.
Sigue estática, frente a mí, esperando a que su libertad le sea concedida. La reconozco y beso sus labios. Su imagen se disuelve.
*Aún trabajo en la segunda y tercera parte del relato.
***
geiser de ketchup emotivo: reprimir las emociones y opiniones dentro de uno de modo que broten violentamente todas a la vez, confundiendo y sorprendiendo s los jefes y las compañeros de trabajo, la mayoría de los cuales creían que las cosas iban bien.*
*Douglas Coupland: Generación X

1 comentario:

Andrea Lopez Estrada dijo...

Un momento por el geiser...................................................................................................Qué mal que se fue, me gustaba que fuera bilingüe era chido. Honestamente no recuerdo si ya visitaba cuando posteaste esto pero debo decir que me parece muy bueno, espero que pronto esten las otras partes.