domingo, 9 de noviembre de 2008

A mi abuelito

(De deracha a izquierda: Velina, Dario, abuelito Pepe, Beto, Lidia)

Hoy escribo de mi abuelito, el papá de mi papá, que es una de las personas más especiales en mi vida. Yo siempre lo ví como un hombre grande y fuerte, serio tamabién, callado también. Me acuerdo que todos los domingos íbamos a la casa de los abuelitos a comer. Después de la comida, él se sentaba en su sillón y se quedaba dormido, mientras los demás, tías, nietos y la abuelita, jugábamos a la pirinola y a la lotería con granos de frijól. Como me gustaba comer milanesas de res con puré de papa y crema de poro y papa esos domingos, no en cambio arróz con hígado de pollo y huevo cocido o la gelatina de jeréz qeu mi abuelita preparaba sin falta cada domingo.
Un día pasó algo muy feo y triste, mi abuelita murió; mi abuelito lo tomó serenamente y sonreía mientras decía que mi abuelita se había salido con la suya ya que ella quería irse primero. Ojalá las tías hubieran tomado el ejemplo de mi abuelito. Entre ellas hubo querellas sobre a quién debía dolerle más la muerte de mi abuelita, y así fue que la muerte de mi abuelita en vez de unir a la familia, la desintegró. Mi abuelito quedaba allí en medio sin que nadie le prestara mucho atención. Claro que no estaba abandonado del todo, todos los días iba a comer a casa de la tía Chela, que era su vecina, además de que ella iba una vez a la semana para hacerle la limpieza, pero ya después se cansó de ser siempre ella la encargada de eso y hubo más peleas y discusiones entre las tías y mi abuelito seguía allí en medio de las discusiones, pero a él sólo le importaba ir, cada primero de mes, al cementerio a dejarle sus claveles a mi abuelita.
Mientras, las cosas en mi casa hervían y hervían y de ese hervidero salió volando mi papá, que fue a dar a casa de mi abuelito. Pero al parecer no ayudó mucho y fue entonces que mi papá también entró en la pelea con las tías. Ya después mi papá encontró mujer y se fué a vivir a Zumpango y mi abuelito se quedó otra vez solito. Si ya de por sí la familia estaba desvaratada, la separación de mis papás nos alejó, a mis hermanos y a mí, por completo de la familia Tirado y durante casi dos años no supimos nada ni de mi abuelito ni de las tías; tampoco de nuestro papá.
Un día decidí ir a visitar a mi abuelito y me encaminé hacía la Unidad Belén junto con mi querido amigo Juan Diego. Y ya mi abuelito nos platicaba de Glenn Miller y de la maravillosa época de las grandes bandas, también de la trágica muerte de Glenn Miller durante la Segunda Guerra Mundial. Ya nos hablaba de López Obrador y de las estupideces del gobierno y de cómo los Beatles llegaron a arruinar la música con su "Rock 'n Roll". Hacía mucho que no visitaba ese departamento de la Unidad Belén y me llené de recuredos. Recuerdo ese olor a taller mecánico y es que mi abuelito fue mecánico y él mismo se encargaba de arreglar sus coches. En su casa había un pequeño cuarto en dónde guardaba partes de autos; la que más recuerdo es la defensa de un bochito que colgaba de la pared. Mi abuelito y sus manos curtidas, agrietadas y mugrosas. Mi abuelito y sus pañuelos. Ahora ya se había hecho chiquito, ya se había arrugado y la gran mayoría de sus dientes se le habían caido. Su sordera empeoró y a Mozart lo escuchaba a todo volumen. Fue en su casa en donde supe que George Gershwin era de de origen ruso y que su verdadero nombre era Jacob Gershovitz y fue este el nombre el que le puse a un muñequito de pasta que me regaló durante una de mis visitas.
Varias veces lo visité y siempre su casa estaba desordenada. Una pila de National Geographic's sobre la mesita de la sala, contenedores de vidrio con tés que parecían colección de plantitas secas y pedacitos de madera, enciclopedias de Historia y de Arte, algún aparato desarmado y las infaltables piezas de auto. Mi abuelito siempre tenía la casa patas pa'arriba. Cuando yo llegaba se apuraba a recoger y luego me preguntaba si quería comer carnitas o pollo rostizado y alguna vez fuimos por pollo y alguna vez por carnitas. La vez qeu fuímos por carnitas las pidió campechanas y yo por puro cariño me comí el buche, la nana, los pellejos y la escasa carne maciza. Alguna vez llevé a mis hermanos y llevamos un pequeño pay de queso y alguna vez nos reencontramos allí con mi papá y con la tía Silvia.
Mi abuelito es un demonio lento al volante. Sí, maneja lento, lento pero se la pasa pitándole a todo mundo. Si ve a un peatón que está por cruzar la calle, le pita, si un coche se le acerca por la derecha, le pita, si tiene un coche adelante, le pita. Mi abuelito al volante es todo un concierto de pitidos. Es además, de esas personas que cree que por poner la intermintente puede metérsele al otro coche o que puede cruzarse hasta tres carriles para darse vuelta en alguna calle, y entonces también pita. Es uno de esos viejitos necios que que reniegan del celular y ya van dos veces que nos asusta. La primera vez no fue tan grave, yo ni me enteré sino hasta una semana después. El coche se le detuvo por ahí y llegó ya noche a su casa. La segunda vez ocurrió apenas esta semana y fue más fea porque desapareció más tiempo. El jueves salía de Zumpango, Edo. de México, y se dirigía a casa de la tía Lolis en Cuajimalpa, no la encontró así que se dirigió a su casa, sin llegar la tarde del jueves y tampoco la noche de ese día. La mañana del viernes tampocó aparececió y tampoco la tarde. Afortunadamente apareció la madrugada del sábado. Ayer hablé con la tía Silvia y me prometió que me lo iban a cuidar más. Yo digo que por favor me lo cuiden que con él quiero comerme otro taquito de buche, nana y de escasa carne maciza.

2 comentarios:

jf.yedraAaviña dijo...

Tantos detalles y cosas guardan los abuelos. Pero sí, son necios. Uno de los míos se empeña en salir a barrer el agua de lluvia del patio cuando aun llueve, y ahí lo ves con su paraguas barriendo el agua. el otro, que apenas puede caminar, se empeñaba en que le compraran una bicicleta para sacar a su mujer, que ya tampoco puede caminar, a pasear y al mandado.

Y también cada susto que nos meten.

me gustó mucho este post... esos abuelos caray...

Tere de trapo dijo...

YO YA NO TENGO ABUELITOS QUE PERDER, PERO ME HICISTE RECORDAR UNA VEZ QUE MI ABUELO SALIÓ A COMER AL MERCADO. TAMBIÉN LE GUSTABAN LOS TAQUITOS, PERO DE BARBACOA. TODOS EN LA COLONIA LO CONOCÍAN Y LO SALUDABAN, ERA TAN BUENA PERSONA, AMABLE Y DADIVOSO. ESE DÍA LO ASALTARON Y NO RECUERDO BIEN QUÉ LE HICIERON, PERO ALGUIEN LO ENCONTRÓ APENAS SOSTENIDO DE UN ÁRBOL.
TAMBIÉN ERA NECIO, NO DEBÍA SALIRSE SOLO.
LO EXTRAÑO, QUIERO CUIDARLO Y PLATICAR CON ÉL, RECORDAR SU OLOR Y SUS CURIOSIDADES, QUE YA HAN DE ESTAR ARRUMBADAS.

GRACIAS POR EL POST. TE MANDO UN ABRAZO FUERTE Y CALUROSO.