jueves, 27 de septiembre de 2007

der Strand

Una muchacha estaba ante él, en medio de la corriente
mirando sola y tranquila más afuera. Parecía que un arte
mágico le diera la apariencia de una ave de mar bella y extraña.
Sus piernas, desnudas, y largas, eran esbeltas como las de las grullas
y sin mancha, salvo allí donde el rastro esmeralda de un signo de mar
se había quedado prendido.
-James Joyce-

Sola, en la playa, parada en medio de la playa, en medio de la nada. Un cielo despejado, lugar perfecto para que mis monstruos salgan a corretear un rato. El peso de los recuerdos lo llevo en el pecho, lo cargo en los hombros y me hunde, me entierra lentamente en la arena. La arena llega a las pantorillas. Estoy a tiempo. La arena aún no me pesa, pero estoy paralizada, la sal me paraliza. Miro al horizonte, veo como el cielo se extiende tocando su límite ahí donde se enuentra con el mar. A las rodillas. Los muslos ya cubiertos. La sal cae y endurece la arena que me cubre. Ahora las caderas de una mujer que no llevará el fruto del ser amado. Los brazos a los lados, las manos quedaron atrapadas desde hace rato; las manos que ya no acariciarán. Los brazos que ya no abrazarán. Los pechos, el corazón ha quedado enterrado. Los hombros que aún carga con el peso de esos recuerdos. La sal hasta el final, la sal aun cuando la arena ha cubierto ya mis ojos, cuando ya nada de mí queda en este mundo.

2 comentarios:

jf.yedraAaviña dijo...

Cuando de niño iba a la playa veía cómo, con cada ola, la arena cubría cada vez más mis pies. Lo más que se llegaron a enterrar fue hasta los tobillos, pero siempre me preguntaba si alguien podría quedar completamente enterrado por la arena movida por las olas… en fin,,, me acordé de eso… jeje…

un abrazo…

Lidia dijo...

no creo, a menos que sean arenas movedizas, Y aunque no recuerdo haber vivido algo así como lo que describes, me lo imagino perfectamente.